jueves, junio 04, 2020

ABISMO Y CONFÍN Experiencia espacial de una pandemia




ABISMO Y CONFÍN

Experiencia espacial de una pandemia

Por Gonzalo Gajardo Vistoso*


“Dejas de ver el árbol,
dejas de sentirlo.
Dejas de ver las flores,
como belleza que es y está ahí.
Esa es la deshumanización”

María Paz Rojas Verdugo



Tomo una ducha, preparo el café. Al paso, leo alguna nota del día en mi Smart phone. La veo con cierta distancia crítica, con la ventaja que me otorga el llevar una vida sin cuarentenas. La angustia que viven miles, aún no me ha alcanzado. Soy un afortunado y agradezco…

Glorious Morning diría un inglés, si viera los rayos de este sol otoñal que hoy me baña. La noche anterior, pude zambullirme – cual piquero inverso – en su bóveda negra estrellada. Al mar de silencio nocturno le suceden esta mañana, el rumor de las bandadas en vuelo.

Monto una bicicleta y me lanzo al vagabundeo sin mayor destino, por entre callejones y caseríos del campo donde ahora vivo. Giro desprevenido por los pequeños caminos locales. Me impregno, me colmo, me rebaso, del aire y del imaginario local.

El sol despunta en el zenit y a la vuelta de la rueda, alcanzo un paraje. Los diversos tonos de verde, se descuelgan por el suave lomaje del valle. Mis ojos y mi mente son uno frente al horizonte abierto.

Enciendo el ordenador. Comienzo una reunión de trabajo vía zoom. Como es de esperarse, la tónica es cínica. Pseudo cercanía, pseudo vecindad, pseudo proximidad, pseudo cotidianidad.

Debemos concebir esta modalidad, digital y virtual, como extensión de nuestros sentidos y terminales nerviosos.

Agrega un internauta con aires de cyborg. Un ataque directo al corazón de la espacialidad existencial humana.

El espacio es experiencia en el mundo. El hombre hace y ordena la cosmovisión cardinal universal; el aquí y el allá, lo propio. La vida y la muerte, el sol y la luna, el día y la noche. Lo cierto y lo ignoto, la umbra, la frontera. La espera, la detención, el destierro, el viaje  y la esperanza. El ayer y el mañana, el yo, el nosotros y lo otro. Lo prosaico y lo sublime, lo celeste y lo telúrico, lo sagrado y lo profano.

La Mundaneidad (Heidegger) surge de la lucha metafórica y arcana en el seno de su comprensión; el abismo y el confín. Desde el primer cazador hasta el último cosmonauta; el hombre concibe el mundo y su orden, desgarrado entre el temor y el arrojo. Entre el miedo al abismo y el éxtasis de los confines posibles.

En lo pandémico global, el espacio virtual se instituye rápidamente en baluarte de inocuidad. Lo digital, como lo fuera otrora la ciudad amurallada o la cárcel, deviene en coerción médica ejercida sobre el cuerpo.

Empero; ¿Qué ocurre con el ser espaciante y el mundo concebido?, ¿Qué ocurre con el espacio vivido? ¿Con el amor y amenidad dados en la interacción con el medio? La extensión nerviosa y neuronal a través de la red es una trampa. No existe en cuanto tal, porque lo virtual no es un hábitat ni consiste en un hecho propiamente sensible. No consiente la experiencia espacial, porque adolece del contacto hombre – naturaleza.

En época de pandemia, lo virtual deviene más bien en una metáfora de lo abismante. Un mundo – red claustrofóbico y totalitario, que proscribe la utopía libertaria del hombre espaciante.

Nuestra era global – descontando los parabienes de la revolución tecnológica –trasunta también en oscurantismo. Una suerte de regresión medieval, que anatematiza la expansión de la conciencia y la coloniza en base a falacias virales sustentadas en la incertidumbre, pánico y violencia disyuntadas (Beck).

En lo pandémico, lo virtual se vuelve atávico. Deviene – cual religión – en un pontificado que coadyuva el sosiego forzado del cuerpo, reprimiendo su física, inhibiendo su cinética, deshumanizando el mundo. La cesación virtual del mundo deviene en temor; Exacerba lo fóbico y hostil de la codificación y significación espacial, instaurando el reino del control inquisitorial.

Empero, toda edad oscura anida en su negrura la promesa del renacer luminoso. El abismo pandémico y global, ha de poblarse nuevamente por humanismos redentores que exploren el imaginario radical de los confines y la libertad. Realidad y mundos posibles triunfantes, animados por la erótica espaciante.

Salvar la vida y la sociedad, se ha convertido en un imperativo abismal. Pero la crisis nos ofrece también, una pregunta fundamental acerca de la real existencia humana y la anchura de su mundo. ¿Hasta dónde ir?, ¿Hasta dónde llegar?. La respuesta será habida en la libertad de movimiento y no en el encierro; en la fuerza vital y la confianza del confín exterior y no en el tanatos y el temor represivo del abismo.  

*Licenciado  en Historia y Geografía PUCV, investigador de la Geografía Humanística y la estética del  paisajes. 











jueves, marzo 26, 2020

COVID - 19; ENFOQUE TERRITORIAL EN LA COMPRENSIÓN Y GESTIÓN DE LA CRISIS



Propagación del COVID – 19; enfoque territorial en la comprensión y 
gestión de la crisis
Por Gonzalo Gajardo Vistoso*


“es lamentable que SalmonChile, sus asociados y la industria de la mitilicultura tengan de rodillas a Chiloé. En estos días complejos anteponen sus actividades económicas por sobre la salud de nuestra gente” 
Andrés Ojeda, presidente JJ.VV. de Chacao[1]


Chile exhibe la cifra más alta de contagio de América Latina, más de mil personas de diversa condición. Todo indica que la situación empeorará en las semanas venideras.
El Gobierno del Presidente Piñera, ha declarado el estado de emergencia y catástrofe. Aquello lo faculta para ejercer medidas radicales de control social en el territorio. No obstante, ha optado por la gradualidad.  

Diversos estamentos de la ciudadanía exigen derechamente restricciones al desplazamiento entre ciudades y en su interior. El Gobierno alega que; medidas de choque sólo provocarían efectos colaterales – económicos y sociales – que agudizarían aún más la crisis sanitaria.

Ambas racionalidades – radical y progresiva – parecen del todo atendibles dada la contingencia. No obstante los alcances sociales y territoriales que va adquiriendo la propagación del contagio, exigen un esfuerzo mayor de disipación de dudas e incertidumbres.

La opinión pública rechaza, con toda justicia, lo que considera la  primacía de la racionalidad económica por sobre la seguridad y el bienestar humano.  Urge atender esta “subjetividad”, si no se quiere mutar la crisis sanitaria en crisis de gobernabilidad.

Al calor de la incertidumbre y el malestar generalizado, la desigualdad geográfica[2] comienza a ser tema de debate en el mundo local, atizado por la dinámica de propagación que adquiere el COVID – 19. Sobran ejemplos de desgobierno y auto tutela.

La relación entre; la propagación del virus y el contexto territorial en que ocurre, es un campo de certidumbre que urge construir; estimar cuan incidente es la trama territorial en ello.

Urge comprender y gestionar la crisis también desde los territorios más allá de la gubernamentalidad. El enfoque territorial no sólo se corresponde con el ámbito de la planificación del desarrollo regional y local, sino también con la gestión del riesgo de desastres y amenazas socio naturales[3].

“aplanar la curva” de contagio implica también; identificar y reducir localmente la amenaza a las estrategias y sistemas de vida de las comunidades y la promoción de prácticas socio espaciales resilientes.

al momento, y en perspectiva territorial,  la autoridad sólo ha dado garantías para el funcionamiento de extensos clústeres logísticos y la obtención de renta urbana. Los hechos que están empezando a ocurrir en regiones, indicarían que aquello  no es suficiente.
Los casos positivos y la propagación del contagio en la Región Metropolitana, se explican por la proporción socio demográfica que esta posee y el peso que esta adquiere en la interacción espacial a nivel nacional.

No obstante, hay al menos cinco regiones geográficamente disímiles entre sí, y muy desiguales con respecto a la metropolitana,  que vienen despuntando no solo en la cantidad de casos positivos, sino también en la velocidad de propagación el virus;  Ñuble, Biobío, Araucanía, Los Lagos, Magallanes.



Figura 1; total de casos positivos por regiones. Fuente; elaboración propia con información de reporte diario, 24 de marzo 2020 MINSAL.



Preocupa la altísima tasa de ataque[4] del COVID – 19 en estas regiones de la zona centro sur del país. La velocidad de propagación del virus en estas iguala o superara el promedio nacional cifrado en 2.7 habitantes contagiados (Por cada 100.000.-)

Las regiones de Ñuble al sur exhiben tasas que, en el corto plazo, podrían incluso acercarse al valor registrado en la Región Metropolitana al día 24 del mes de marzo. La tasa de ataque registrada en la región de Ñuble sorprende. 14,6 habitantes contagiados por cada 100.000.-. Más que doblando a la Región Metropolitana.




Figura 2; tasa de ataque de COVID – 19 por regiones. 1  X 100.000.- habitantes. Fuente; elaboración propia con datos aportados por Aníbal Vivaceta.

¿Cómo ocurre y que implicancias tiene este fenómeno en lo local?

¿Qué condiciones espaciales y territoriales son precursoras de estas dinámicas locales de propagación?

¿Es posible sostener algún modelo de análisis espacial que permita observar, esta dinámica y anticipar niveles de riesgo a nivel local?

¿Dadas la naturaleza de esta catástrofe, y en términos estrictamente médicos, deberíamos sólo enfocarnos en la contención del contagio, sin problematizar mayormente en el contexto en que ocurre?

¿Pudieran ser precursores territoriales de gran propagación, el rezago  territorial y la inaccesibilidad a las oportunidades humanas (Banco Mundial)[5].?

Resulta indispensable, analizar los procesos de desarrollo territorial sostenidos hasta ahora en nuestras regiones. Que tan pertinente son estos a la hora de garantizar resiliencia territorial, seguridad y bienestar humano.

Urge abandonar el gen centralista que domina la comprensión y gestión de la crisis no solo sanitaria sino también social y política. Urge sostener actuaciones públicas (como también privadas) con enfoque territorial, en pro de abrir el espectro a la heterogeneidad Geográfica de nuestro país. 








*  Lic. en Historia, Postítulo en planificación, ordenamiento y gestión del territorio PUCV, Mg. Gestión de proyectos urbano regionales UVM.

[2] La desigualdad Geográfica es un concepto de tradición Marxiana (Harvey) que, en lo principal, dice relación con los efectos de diferenciación Geográfica en el proceso de desarrollo territorial en pro del régimen de naturaleza de capitalista. Es; un desequilibrio funcional estructural en el espacio pro acumulación en un polo dominante. El concepto, por lo pronto, se ha popularizado a niveles de significación en diversos ámbitos de análisis respecto de la inequidad y descohesión territorial. En; ver;  Ramírez, E., Tartakowsky, A. y Modrego, F. 2009. “La importancia de la desigualdad geográfica en Chile”. Documento de Trabajo N° 30. Programa Dinámicas Territoriales Rurales. Rimisp, Santiago, Chile.

[3] La gestión del riesgo  a nivel local ha transitado desde la atención coyuntural de desastres hacia un enfoque integral de la gestión permanente de la vulnerabilidad abordando las dimensiones; ecológica, ambiental, socio económica y subjetiva de población amenazada. Para un examen más acabado de este enfoque en el contexto nacional, ver; Arteaga C. y Tapia R. (2013), Vulnerabilidad y desastres socio naturales. Experiencias recientes en Chile. Ed., Universitaria.  

[4] Tasa de ataque, es un indicador construido por el médico porteño Aníbal Vivaceta, ex SEREMI de Salud que estima la velocidad del contagio. Vivaceta, ha realizado una importante labor de análisis de datos estadísticos  y procesamiento de información obtenidos del MINSAL.

[5] acceso de los grupos humanos a los bienes públicos y privados distribuidos en distintos centros en el territorio, mediante la utilización de infraestructura y redes urbanas.  cobertura de bienes y servicios públicos y privados que permiten igualar oportunidades con independencia del esfuerzo individual.

sábado, noviembre 24, 2018




BRUTALIDAD TRANSPARENTE

Nueva institucionalización de la violencia policial 

El tractor da marcha atrás. El conductor y el joven acompañante vuelven sobre sus pasos, de seguro a una velocidad menor por el alcance de la máquina. Huyen, saben que – con o sin causa – son una presa salida del bosque, apetecida por los cazadores.

Las ráfagas se multiplican. Los tiros impactan en el móvil. Cunde el terror en los muchachos, conductor y acompañante. Uno es alcanzado por la espalda, mientras los policías disparaban casi por deporte, ajenos a toda doctrina, protocolo y estándar establecido. Así quedo al menos de manifiesto, tras las indagaciones del fiscal.

El testimonio de un menor de edad ha sido clave para el esclarecimiento, al menos parcial, de los acontecimientos. Rendido, arrestado, golpeado y encarcelado es sindicado en los partes como coautor de un crimen. La arrojada acción de personal de derechos humanos, consigue sacar a la luz su relato y salvarle quizás de un nefasto destino. 

Es un hecho brutal. No obstante aquello, tanto el ministro del interior como el general director de la policía uniformada se limitan durante las primeras horas, con abulia, a ratificar los sucesivos partes policiales, sin más racionalización que la propia facticidad de la brutalidad. Sin ningún asomo de ponderación institucional y política de aquella.
  
Transcurridas las horas, emplazados y compelidos por la prensa a responder por el uso desmedido de la fuerza ante un delito común, el ministro del interior retoriza  con el imaginario de la <<presencia policial>>. Un sonso devaneo, un discurso incapaz de conceptualizar la frontera de la legalidad y legitimidad de los actos incurridos.  

El general director por su parte, explica – al nivel del cinismo – la brutalidad a partir de la doctrina de lo <<impredecible>>, una suerte de economía de lo colateral (sugiero ver las respuestas de la diputada Carmen Hertz). Lo último, fue el intento de <<humanización>>, en la destrucción de un chip que evidenciaría el error procedimental y táctico cometido. Similar lógica ocurre a la hora de desmentir los falsos partes.

Así pues, la brutalidad se nos hace normal, inocua, transparente. Un ente incorpóreo, un espectro inasible al  brazo de ley, la moral y la ética. Un estado de barbarie de contornos difusos, de difícil reproche. Un sofisticado virus troyano, que penetra las barreras del viejo estado de derecho, que inocula indiferencia, naturalidad, a veces sensiblería.

La violencia es estructural, se ha dicho desde Hobbes hasta Bourdieu. Las sociedades se han dado maña – poder y cultura mediante – para contener y conducir aquella <<ley sagrada>>. Hoy nos enfrentamos a algo distinto, la era global es la era de la brutalidad; un tipo de violencia cuyas magnitudes y flujos, al igual que la mercancía, supera las escalas de lo conocido. En nuestras sociedades, la brutalidad pugna por ser institucionalizada. De ahí pues, la proliferación de estas facetas estupidizantes, presentes  en el discurso de aquellos llamados a ser garantes de su caución.

Sobre esto hay mucho escrito. No es menester abundar aquí. Lo importante es preguntarse, cómo un país medianero como el nuestro ha llegado hasta este umbral. Esto empieza pues, desde mucho antes. Cuando el estamento político cede a la comodidad y confort de la lógica de control ofrecida por las policias. Cuando comienza a despuntar la figura del nuevo  <<estado corporativo>> en nuestro siglo. No es casualidad que la brutalidad aflore en una zona geográfica, diferencial y deliberadamente empobrecida, para la expansión del capital. 

Ahora es el turno de la derecha neoliberal de ofrecer respuestas. Su excelencia el presidente de la república se encuentra de gira por la zona. No se sabe muy bien, si para contención política o para reificación de la brutalidad transparente. Por lo pronto, vale la pena detenerse en los últimos gestos y palabras del ministro de justicia Hernán Larraín quien, en su discurso del <<caiga quien caiga>> ha decidido al parecer, desmarcarse de la nueva forma de institucionalización.  

lunes, octubre 08, 2018

EL SURGIMIENTO DEL SINDICATO DE PESCA ARTESANAL S – 24 DE LA BAHÍA DE QUINTERO.Geografía del desplazamiento y expulsión en una zona de sacrificio





EL SURGIMIENTO DEL SINDICATO DE PESCA ARTESANAL S – 24  DE LA BAHÍA DE QUINTERO
Geografía del desplazamiento y expulsión en una zona de sacrificio

Por Gonzalo Gajardo Vistoso

“… tengo 25 años,  soy de Quintero. Cuando niño me fui a Lebu… con mi abuelo pescador. Volví a Quintero porque siempre me gusto. Soy de Quintero… soy descargador de Jibia, después se me dio la oportunidad de salir (navegar) y me gusto aún más… yo nunca me he desligado del mar. Siempre he estado con él”[1]

El sindicato y cooperativa de pesca artesanal <<septiembre 24>> S – 24 de la bahía de Quintero, es una organización que hoy se ha hecho emblemática al liderar la denuncia y la movilización contra la contaminación y la afectación a la salud de la población en la zona por estos días, hecho que ya contabiliza del orden de los mil intoxicados. 

La mañana del jueves 4 de octubre, conocimos la lamentable y triste noticia de la trágica partida de uno de sus más destacados integrantes.  Mi comentario pues, no tiene como propósito abundar en el examen de la contingencia, ampliamente tratada por la opinión pública, sino más bien destacar el contexto en el que surge esta organización y comunidad litoral, su experiencia en el paisaje sacrificial en que se inscribe, así como las reivindicaciones y luchas que comporta. 

He tenido el privilegio de conocer de cerca, aquel genuino sentimiento de <<familiaridad y apego>>[2] que liga emocionalmente a esta comunidad con el litoral y comprender, en alguna medida, la angustia sentida al ver como su mundo de vida y praxis se disipa sin más. Quisiera pues, que estas breves líneas fueran un  reconocimiento a aquel Alejandro pescador de 29 años y con él, a todos sus cófrades. A sus anhelos, a sus desvelos ante tanta objeción para vivir de la forma en que él quería hacerlo; en y con el mar… en su <<caleta cultural>>, título que habla en propiedad de la reivindicación de una forma de vida hoy amenazada.

S – 24, es una organización de pesca artesanal compuesta por una generación de  jóvenes pescadores. Por aquellos que han querido continuar con este oficio,  tradición y cultura en el litoral pese a todos los acicates que hoy incitan a dejarlo.

No tiene un muelle ni un terreno de playa desde donde operar formalmente. El gobierno local es renuente a reconocerles como legítimos actores del borde costero. La autoridad sectorial no les ha prestado suficiente apoyo en cuestión de fomento. Las compañías del polo industrial y sus políticas expansivas sobre la bahía, les sindican como amenaza. Su opción de dejar la pesca extractiva para convertirse en acuicultores, se ha visto truncada. S – 24 vive una <<experiencia de expulsión>> de su espacio vivido, un extenuante proceso de <<desplazamiento de la subjetividad>> (Janoschka; 2016)[3]  en el territorio.

Es menester mirar la zona de sacrificio de la bahía de Quintero – más bien todas las bahías de sacrificio del país[4] – no como contextos aislados, sino como <<bordes sistémicos>> (Sassen; 2015) [5] de un nuevo tipo de espacio global y una nueva geografía del desplazamiento y expulsión, que emerge en el país (y el planeta) con diversas facetas e intensidades.

El proceso de desarrollo territorial de la bahía de Quintero, así como en el resto de las bahías industriales del país, comporta hoy un violento proceso – material y simbólico – de <<apropiación negativa>> (Lefebvre; 1974)[6], yuxtaposición e interpenetración espacial global y local, representado en las fuerzas transformadoras industriales (energía y la minería) y los mundos locales.

Como se señalara en un anterior comentario[7], buena parte de aquel desarrollo está dominado por la expansión portuaria en la zona. A raíz de ello, la pesca artesanal sostiene distintos tipos de conflictividad; inocuidad alimentaria, superposición de usos litorales e interferencia marítima, acceso a infraestructura portuaria y borde costero y políticas de relocalización de caletas.

 El sindicato y cooperativa artesanal S – 24 de Quintero, surge en respuesta a este cuadro de conflicto socio ambiental y al calor de sucesivas emergencias ambientales registradas desde 2014 en adelante[8]. Así pues, la organización ha construido en el tiempo, un discurso de <<temor a la pérdida de su lugar>> en el litoral y en la vida local. En adelante pues sostendrá – contingencias aparte – una activa agenda de movilización en pro de la defensa y preservación de su identidad y cultura.

S – 24, vive un profundo sentimiento de desarraigo y despojo de su lugar, una experiencia expulsiva cifrada en un agudo proceso de ruptura de los patrones de vida y continuidad social. Cuando las comunidades no pueden transmitir su cultura e identidad, cuando no pueden simbolizar su existencia espacial, estamos en presencia de experiencias que reflejan; desapropiación en el sistema social y desplazamiento definitivo en el territorio de sujetos y actores  tradicionales, frente a fuerzas económico productivas – ahora globales – violentamente emplazadas.   

Hablamos pues, de la desposesión – indisposición (Bourdieu)[9] – del capital espacial, causada por procesos de naturaleza; material, política, económica, simbólica y psicológica. Expulsión, desposesión y desplazamiento, franquean la lógica sacrificial que domina el paisaje. Los agentes locales desplazados no se reapropian positivamente del espacio ni ofrecen resistencia  a las fuerzas externas. Así pues, el proceso territorial se ve hegemonizado por el crecimiento económico, en desmedro de las otras dimensiones de la sustentabilidad como son; el desarrollo humano y la cultura.

Chile es un país abierto económicamente y globalizado hace tiempo ya. No obstante los conflictos acumulados a causa de aquel proceso, vienen  pues a concienciarse y a hacerse patentes hoy. Las zonas de sacrificio están, en un proceso de mancomunión. Es esperable que, al  calor de aquello, a las amplias demandas por un mejor ambiente se agreguen considerandos de orden socio territorial, y que en ese tenor y más allá de cierto clamor anónimo, surjan específicamente fuertes resistencias más bien culturales e identitarias. Es el caso de S – 24.



[1] Juan Suarez. Dirigente de sindicato y cooperativa S – 24 de caleta embarcadero, Quintero. Juan es casado y tiene 2 hijos. Se radico definitivamente en Quintero, dejando las faenas mineras en las que se insertó, como operador especializado de maquinaria, muy tempranamente.

[2] Me refiero a un proyecto de investigación en desarrollo, al amparo del magister en gestión de proyectos urbano regionales de la universidad Viña del Mar, referido a la experiencia de expulsión y desplazamiento sufrido por S – 24 en el contexto. en dicho proyecto, se analizan los tipos de sentimientos topofílicos (Tuan Yi Fu),  que la comunidad sostiene con el entorno.

[3] El geógrafo inglés Michael Janoschka, define el desplazamiento como;  “Una operación que restringe las opciones de los sectores de menores ingresos de encontrar un lugar adecuado para vivir en un espacio concreto… En este sentido, indica lo que ocurre cuando fuerzas externas al entorno del hogar imposibilitan mantener o desarrollar la vida en un lugar, por diferentes razones”. Michael Janoschka; <<Gentrificación, desplazamiento, desposesión Procesos urbanos claves en américa latina>>. Revista INVI N° 88, 2016. FAU Facultad de Arquitectura y urbanismo de la Universidad de Chile. Pág. 33.
                                                      
[4] La bahía de Quintero ha sido ampliamente reconocida por la opinión pública en este último tiempo, como una <<zona de sacrificio>>. Organizaciones no gubernamentales (ONG’s), movimientos sociales y ambientalistas, y a ratos  el propio estado, manejan esta nomenclatura para referirse a un lugar caracterizado principalmente por; una situación toxicológica crónica irremontable (producto de décadas contaminación en el medio), un evidente daño ambiental y ecológico, además de riesgo para la salud de la población, la responsabilidad de parte de la industria y de parte de las políticas de desarrollo territorial impulsadas por el sector público, así como la percepción de los habitantes de vivir en condiciones de riesgo, deterioro de la calidad de vida, postergación y rezago.   El concepto <<zona de sacrificio>> ha evolucionado, junto al territorio y al paisaje, desde consideraciones estrictamente biológicas y toxicológicas a comprensiones de orden socio territorial. En su oportunidad, el instituto nacional de derechos humanos (INDH) determinó la existencia de tres  zonas de sacrificio en el país; Bahía de Quintero, Bahía de Mejillones, Bahía de Tocopilla, levantando nutridos informes en donde se retrata y verifica el carácter de la conflictividad socio ambiental existente en estos territorios y la vulneración de derechos humanos de tercera generación.

[5] La expulsión presenta como características la <<concentración aguda de recursos materiales y simbólicos, brutalidad y desastre humanitario>>. Sassen establece una correlación entre estos fenómenos de aguda desposesión, con la desaparición misma de la sociedad liberal tal como la conocemos desde la revolución burguesa e industrial de los siglos XIX y XX, dando paso a <<una fase que está apenas empezando, fase caracterizada por las expulsiones>>. Las expulsiones se correlacionan en última instancia con la progresiva disipación del bien común y los derechos humanos instituidos. Saskia Sassen, “Expulsiones; brutalidad y complejidad en la economía global”. Katz editores, Buenos Aires 2015.  Págs.40 – 41 

[6] Henry  Lefebvre, “la producción del espacio” (1974). Capitán Swing libros, España 2013.

[8] Al calor de la intensa actividad portuaria en la bahía, se han producido en los últimos cinco años, diversas emergencias ambientales que han afectado al medio marino y que han concitado movilización social y gran atención de la opinión pública. En septiembre de 2014 se vertieron al menos 22 mil litros de hidro carburos en la bahía de Quintero, tras una falla en uno de los terminales de multicrudo de ENAP. En mayo de 2016 se produce una nueva emergencia tras un derrame de slurry oil, altamente maleable a las condiciones oceanográficas y a tan solo 3 km de distancia (mancha aproximadamente de 1 hectárea) de las áreas de manejo bentónico al norte de Quintero.

[9]  Según la conceptualización producida por Pierre Bourdieu de posición en el campo social de poder y la disposición de capital material y simbólico por parte de los agentes sociales, en el proceso de disputa y apropiación en el sistema y el espacio social.